Un Mundial de recontra espionaje


Ni Maxwell Smart ni Sigfrido, pero sí Kaos y Control, pero no es una creación de Mel Brooks. Ni él hubiese podido crear una obra semejante de recontra espionaje.

Ni Doctor Insólito, ni la Caza del Octubre Rojo, pero sí delirios dignos de Peter Sellers y misiones al límite de Sean Connery, incluso personificando a James Bond.

Ni Rocky IV o Rambo llevados al deporte, pero sí golpes feroces y disparos certeros a los objetivos.

Ni siquiera el fiscal Jim Harrison, el fiscal del caso JFK hubiese podido desembrollar semejante trama.

Evidentemente la suspensión del amistoso con Israel en la previa de la Copa del Mundo fue el detonante de ésta insólita historia que atraviesa la selección argentina mientras se arrastra por el Grupo D intentando clasificar a octavos de final contra Nigeria. O la agonía llega a su fin o se prolongará. De eso se encargarán 22 actores, a esta altura, de reparto. Secundarios.

El partido iba a ser en el marco del 70º aniversario de la fundación del Estado de Israel. En Tel Aviv. Alejados de los focos de conflicto bélico con Palestina. Pero Benjamín Netanyahu, aliado de Donald Trump y Mauricio Macri, decidió mudar el partido de Jerusalén. Cerca de la zona caliente.

Comenzaron las protestas y las amenazas y el conflicto. “Los que se meten con Israel, se estrellan”. “Messi erró el penal por no haber venido a Israel”. Frases que se disparan, mientras se especula hasta con una crisis matrimonial de nuestro Maxwell Smart, de nuestro Rambo. De nuestro Manuel Belgrano, porque Mascherano, nuestro San Martín, a pesar de estar muy cansado en los metros finales de su travesía por Los Andes futboleros, contraataca como puede y lo protege con la energía que ya no le sobra.

Hasta allí, los conflictos de nuestros potenciales héroes, vestidos de futbolistas, pasaban por cuestiones futbolísticas. Tácticas, convocados o no convocados.

Pero como buena película de guerra fría, tradicional; moderna o terrorismo, o incluso en la realidad, el villano lanzó su ataque. Viral. Sin más armas que un teléfono o cuentas en redes sociales. Viral, de virus, de guerra química. Del terror de los sobres con Antrax a bacterias o gases que masacran poblaciones en cuestión de minutos o pocas horas.

La población es el fútbol argentino, en este capítulo representado por el seleccionado de Jorge Sampaoli. El virus: audios de WhatsApp. La guerra menos pensada. Con un enemigo invisible, tan típico de los conflictos de estos días. Gobiernos, servicios secretos, caos interno y demasiados frentes externos. Un héroe que se desvanece ante demasiada cryptonita que le ponen enfrente, incluso, en su refugio más preciado, donde se siente intocable, como en su baticueva de Barcelona, donde el fisco vuelve a apuntarle.

La Selección fue su karma, pero lo llevó adelante, por momentos, con maestría y heroísmo. Aunque siempre le costó más. Nunca terminó de sentirse seguro. Y el enemigo ahora lo acosa ferozmente mientras intenta conquistar a “la chica de la película”, la Copa.

Las presiones cada vez más fuertes e insoportables para Sean Connery, Roger Moore o Daniel Craig. Herido, sólo, desolado y con ganas de dejar de ser el héroe para volver a ser un simple mortal de entrecasa.

Pero el guion lo obliga a una última misión imposible, a disparar su última bala, la de plata, la que acalle a pocos poderosos y libere a muchos que lo sueñan feliz y tranquilo.

“De pie, hijo de puta, porque Mickey te ama”, le dice a Rocky su anciano entrenador. “De pie, hijo de puta, porque Martín te ama”, le diría yo a mi superhéroe favorito.

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