Elijo creer



Probablemente existan más razones para no creer o desconfiar de esta Selección que para ilusionarse. Tal vez hasta sea lógico no ilusionarse con levantar la Copa del Mundo el 15 de julio en Moscú porque hay otros equipos que llegan mucho mejor que Argentina. Pueden ser un montón de cosas, pero lo que será, aún lo ignoramos, y es lógico porque es fútbol, aunque suene trillado.

Y al ser fútbol el abanico de posibilidades se hace infinito. La mano para Argentina hasta tal vez pueda llegar a superar, con creces, las expectativas negativas que han inundado al hincha de la celeste y blanca y un entorno que, al parecer, desbordó al entrenador.

Decía: es fútbol. Dinámica de lo impensado, escribió el inigualable Dante Panzeri. Esa dinámica que interpretan y ejecutan como nadie los que ni la más perfecta maquinaria de creación pudo haber imaginado o programado. Y Argentina tiene a uno de esos. Ya lo tuvo y conocemos los resultados. Resultados precedidos por una previa igual o más caótica que la actual. Porque hoy Mauricio Macri no quiere echar a Jorge Sampaoli a días del debut como sí lo quiso hacer Raúl Alfonsín con Carlos Bilardo antes de embarcar hacia México.

Nada asegura que la historia se vaya a repetir, como nada asegura que los logros lleguen cuando el barco navega plácidamente. Ocurrió en 2002. Por eso el fútbol no puede ser definido de mejor manera de la que lo hizo Panzeri. Porque, para colmo de males, los que bombardean con pálidas llegan a desear fervientemente que Lionel Messi vuelva a "fracasar". Como si ser subcampeón del mundo aceptara ese mote. Porque desean que jugadores de la jerarquía de Sergio Agüero, Gonzalo Higuaín, Angel Di María, Cristian Pavón, Enzo Pérez, Nicolás Otamendi y el resto del plantel no sean capaces de afrontar la parada más importante de sus vidas. Incluso en condiciones no del todo favorables.

¿O no son los mismos que ponderan "el plus del jugador argentino" cuando es vendido a Europa o cuando se impone en las difíciles? No será cosa que haya intereses espurios que condicionan las editoriales de algunos formadores de opinión. Cuánta ingenuidad de quien escribe. El pesimismo y el escándalo venden más. O tal vez sea una manera de "preparar" al hincha para el inminente nuevo fracaso que se avecina.

Yo elijo creer. Elijo creer que Argentina afronta el Mundial con un entrenador al que se le pueden criticar millones de cosas, pero que le ganó una final a la Argentina 2015 y puso contra las cuerdas a Brasil en su casa en 2014. Elijo creer en el mejor jugador de todos los tiempos, con o sin título del mundo, de América o barrial. Porque si alguien demostró que "sí se puede", como le gusta cantar al gobierno nacional de turno, es él. Si hasta gambeteó problemas hormonales vinculados a su desarrollo físico.

¿Cómo no voy a creer en los goleadores de la Juventus de Italia y en el máximo "scorer" de la historia del Manchester City? ¿O acaso no se pedía una renovación? Bueno. Lo Celso, Salvio, Pavón, Meza. ¿Les falta capacidad? Es cierto que Argentina no cuenta con jugadores de élite mundial en todas sus líneas como sí lo hacen España, Alemania, Brasil y Francia. Tampoco ellos tienen nada garantizado. Y Argentina cuando los tuvo, no ganó. De hecho ganó no teniéndolos. Sin certezas se agiganta el pesimismo porque ese mar de dudas cobra fuerzas para ahogarnos en un "si llegamos hasta cuartos de final es un milagro".

Pero el que entienda que en el fútbol, como en ningún otro deporte, no hay lógica, o por lo menos no es absoluta como en el tenis o en el básquet, puede repasar los curriculums de los futbolistas argentinos, e incluso de su entrenador y permitirse soltar una sonrisa repleta de ilusión. Y hay mucho que se lo permiten. Nadie viaja miles de kilómetros hasta Moscú, tal vez poniendo en jaque su economía, para presenciar un fracaso predeterminado e inevitable.

De creer también se trata el fútbol porque no es ciencia. Es fútbol. Y Argentina comienza su camino frente a Islandia, un país de 300 mil habitantes que se clasificó por primera vez a un Mundial. Convenzamos a sus hinchas que no tiene sentido prender la tele para ver los partidos o viajar a Rusia para alentarlos.

"Pero siempre ganan los mismos, esos no tienen chances". Entonces que el fútbol se reduzca a quienes ganan siempre y se terminó el problema. Que Panamá, Túnez, Islandia, Nigeria, Marruecos e Irán, por ejemplo, no se presenten más. Pues entonces el fútbol será una materia de alguna carrera de la Facultad de Ciencias Exactas de algún lado.

Solamente hay que recordar que el 10 es Messi, el 21 es Dybala, el 9 Higuaín, el 11 Di María y el 19 Agüero. Luego veremos qué pasa. Yo elijo creer.



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