Cuando todo parecía perdido: catarsis

No, no hablo del empate de Argentina con Islandia, ni siquiera de la posibilidad de que la Selección no cumpla un buen papel en el Mundial. Por primera vez desde que me conozco, la Copa del Mundo propiamente dicha me importa bastante poco, aunque me importe.

A mediados de 2016 decidí irme de Télam tras ser convocado para un proyecto que nunca prosperó. Puede pasar. Pero puse demasiado en juego para jugar una mano tan arriesgada. Me dejé llevar. El encantador hizo lo suyo con la serpiente y conmigo.

El problema vino después, con cuestiones que no vale la pena hacer públicas pero que dolieron y mucho. Pero lo peor de todo fue haber sentido que tiré por la borda o, mejor dicho, que desvié el camino de 21 años de carrera profesional y que el regreso sería muy difícil, como para Argentina doblegar a Islandia.

Esperando no terminar en empate que sabe a derrota, como alguien dijo por ahí, agarré mis petates y enfilé hacia Moscú a convivir, a aprender, a disfrutar, a crecer a volver, de la mano de cuatro fuera de serie. Casi ni me conocen, o eso sospecho. Al parecer mi teoría no es del todo acertada. Y de a poco el tren vuelve a encarrilarse. Muy de a poco, pero vuelve.

“Ponete en modo New York Times”, me dijo hace unos días. “Me gustó lo que hiciste y la nota salió muy bien”, me comentó hoy. Minutos después vi mi nombre en ese material que para mí es tan o más valiosa que la propia Copa del Mundo.

Hace unos días, otro me dijo: “Martín, me pidieron escribir esto”. Me senté, ofrecí mi colaboración. Aceptó. Y el disfrute volvió a ser completo. Otro me mantiene al tanto de actividades y me aconseja, me calma, como los demás, como el otro, que me guía para que lo que produzca sea más atractivo. Pasó por segunda, tercera, cuarta vez y ojalá que muchas más, en apenas ocho días, después de dos años de deambular cabizbajo por fuera de la profesión que amo, de mi hábitat natural. Dos años después, en un escenario muy particular, siento que vuelvo a respirar. Que las malas decisiones, las pésimas decisiones y los globos de colores quedaron atrás.

Todo parecía perdido, ahora solamente me queda ganar.



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