Contribuyendo a la confusión general
En pocas horas
Jorge Sampaoli dará la lista de 23 futbolistas para Rusia 2018 y doce
alternativas. Los nombres ya, en mayor o menor medida, se saben cuáles serán.
De poco menos de cuarenta, el entrenador elegirá 35 y luego 23. Pero serán
esos.
Pero en la
Argentina la histeria y la desconfianza que inspira el actual seleccionado y
seleccionador llevan a parte de la prensa a pedir y pedir. A pedir por pedir.
Buffarini fue consultado si cree que tiene chances de integrar el plantel. Otro
sector pide por Donatti y la lista es inagotable.
“Siempre pasó”,
me dice el periodista Marcelo Gantman. “Es histórico”, agrega. Es cierto, pero
para lo que se viene la lista de pedidos y cuestionamientos parece aún mayor y
diversa. Sin embargo, en las vísperas de listas anteriores para otros
mundiales, los posibles nombres conformaban una lista mucho más acotada y los
reclamos eran por futbolistas que realmente se pensaba que podían hacer la
diferencia, por rendimiento o por peso específico. Riquelme, Saviola, Tevez,
Cambiasso o Zanetti, por citar algunos. Ahora esos nombres no parecen existir
fuera del radar del entrenador. Ni en el de nadie.
Tal vez sea la
permanente búsqueda de Sampaoli por encontrar a los intérpretes correctos para
su idea, teniendo en cuenta que, a menos de un año de haber asumido, y con un
altísimo grado de presión por conseguir la clasificación, debió probar y probar
en partidos por los porotos sin encontrar respuestas que lo convenzan por
completo. Las pruebas permanentes en amistosos incómodos algunos e irrisorios
otros, tampoco ayudan.
“Lo de Sampaoli
no es inseguridad, es búsqueda permanente”, me dijo Ezequiel Fernández Moores.
Pero la necesidad de llenar espacios en canales, sitios de noticias y radio
obliga a instalar la idea de un técnico desorientado. De caos, de eliminación
temprana porque no hay equipo. “Me gusta un entrenador que tiene una pelota de fútbol
en la cabeza y esa obsesión lo lleva a buscar continuamente”, añadió.
¿Hay equipo? Lo
sabremos el 16 de junio en Moscú frente a Islandia. O por lo menos lo
empezaremos a dilucidar. No es el escenario ideal, claro, pero son las cartas
que tocaron. ¿O acaso en otros Mundiales la Argentina no llegó con equipo súper
confirmado y no rindió? ¿O acaso con equipo súper confirmado en la previa, no
se inició el torneo con otro totalmente distinto, que además mutó durante el
mismo certamen?
Llevar a los de
acá porque “tienen hambre de gloria”. Basta de los de afuera porque “son
millonarios y no les importa la Selección”. Interminables debates inconducentes
sobre lo que debería hacer el tipo que tiene el cargo que otros 40 millones
desean. No es que uno no participe. Claro que sí. Porque en este país todos
somos los mejores directores técnicos del mundo y el que está no sabe nada.
Pero hay límites, en especial si uno trabaja en los medios. Porque forma
opinión, porque incide en el humor del hincha en este caso y lo que menos se
necesita a un mes de Rusia es más histeria, mucho menos cuando se recuerda de
dónde viene y en qué estado está el fútbol argentino.
Poco más se puede
hacer. No por Sampaoli. Póngale el nombre que quiera. Porque los de elite están
todos. Porque los que se barajan son decididamente los mejores que tenemos. La
discusión por uno u otro no mueve el amperímetro de lo que se supone puede ser
la actuación argentina en Rusia. Se discuten nombres complementarios, aunque no
faltan aquellos que cuestionan a Messi por ser, en palabras del entrenador,
dueño del equipo. Toda una tradición desde tiempos de Bilardo y Maradona.
Tradición que consiste en encomendarse a un “salvador”. No sabemos si está bien
o mal. Somos así hace 40 años. Y las esferas de poder del fútbol argentino
nunca generaron un ambiente para confiar en un equipo y en una estructura en
vez de un “rey todopoderoso” como lo fue Maradona y lo es Messi.
“Con un rey no se
puede armar una estructura porque termina siendo lo que quiere el rey”, comenta
Fernández Moores. “Se puede armar cuando no hay un rey, el ejemplo más claro es
Alemania y su título en 2014. La figura fue el equipo”, completa Daniel Arcucci
en un debate futbolero que nunca debió haber terminado en CCCP, un pintoresco
restaurante ruso en San Telmo, donde Alejandro Wall también participó y planteó
en un principio si lo de Sampaoli y sus pruebas no generan incomodidad,
inseguridad o hasta enojos en los futbolistas que pasan de ser titulares en una
gira a ni siquiera ser convocados en la siguiente.
Gantman agrega que
si a Sampaoli le va mal en Rusia lo echan a pesar de su contrato hasta Qatar
2022 “firmado en hielo” según él y toda la mesa. Pues allí iríamos de nuevo con
nuestra histeria argentina. Volver a empezar de cero, pero rasgándonos las
vestiduras por proyectos a largo plazo. Y todos asentimos con la cabeza con
resignación porque no logramos cambiar y mucho menos siquiera imitar a las
grandes potencias.
Yo pido que los
debates sean serios y productivos, como el que tuve el lujo de participar. Que no
se pidan jugadores por pedir. Porque sí. Por llenar espacios. A veces por
intereses espurios o para, como diría Alejandro Dolina, “contribuir a la
confusión general”. Recemos y que alguien nos salve. No pidamos demasiado.
Comentarios
Publicar un comentario