Estúpidas comparaciones


Maradona fue mejor que Messi, pero peor que Pelé y parejo con Cruff y al mismo nivel que Distéfano, que era mejor delantero que Cristiano Ronaldo, que nunca llegará a ser como Bernabé Ferreyra y ni hablar de Garrincha, que gambeteaba infinitas veces mejor que Neymar, pero sus centros no eran ni comparables a los de Bale, incomparable si se mete a Iniesta en la discusión.

El presidente argentino, Mauricio Macri, entrevistado por la cadena rusa RT, durante su visita oficial a Moscú, dijo que le gusta más Lionel Messi que Diego Maradona “por la continuidad, la cantidad de goles”.

“Aparte, el fútbol siempre evoluciona. La velocidad de los jugadores es otra", agregó.

Tras un retweet al posteo de RT con las declaraciones del mandatario argentino, no tardó en llegar la siempre valiosa reflexión de un periodista de fuste como Guillermo Blanco.

“¿La velocidad de los jugadores es otra? El tema es la velocidad futbolística. Maradona tardó una vida para el cronómetro en el gol a los ingleses y les ganó a potencias físicas que seguro en 100 metros lo hubieran dejado atrás”.

Inobjetable. Por más veloces que sean los futbolistas de ahora en comparación con los de hace treinta, cuarenta o cincuenta años, la diferencia sustancial está en la velocidad a la que se juega al fútbol, no a la que se corre. Si hasta algunas reglas han cambiado para agilizar el juego. Y se han mejorado los campos de juego para darle fluidez a la elaboración de jugadas y los botines y las pelotas y hasta las camisetas se perfeccionan para que los protagonistas tengan menos resistencia a la hora de correr, saltar o patear.

La diferencia sigue radicando en otro lugar. En cómo y a qué se juega. Alcanza con ver videos de, por ejemplo, Garrincha encarando a un defensor, donde alcanzaba con gambetearlo una vez para que éste no lo marque más. La mentalidad era otra. Ahora, tal vez por la histeria generalizada imperante, los marcadores hostigan hasta el cansancio a quien lleva la pelota. Antes se pensaba más. Ahora se corre más. Y peor.

Fulanito corrió 16 kilómetros en 20 minutos, dice una estadística de un partido cualquiera. Pero para qué sirvió no se lo pregunta nadie. Luego se cuestiona a Messi porque “camina la cancha todo el partido, juega cuando quiere”. Y cuando quiere decide el destino de un partido. El que corrió se cansó por demás y casi seguro no fue decisivo en el desarrollo del partido.

Messi, Maradona, Cruyff, Pelé y Distéfano son los elegidos por muchos como “los mejores de su década”. Una resolución diplomática a una discusión inconducente porque sus épocas y sus deportes son incomparables, aunque todas se llamen fútbol. Cantidad de partidos, intereses en juego, exigencias y cambios radicales en todo aspecto hacen que comparar sea imposible. E inútil. Porque además entra a jugar la subjetividad de cada uno que opina. Son gustos. Porque la personalidad de los jugadores parece tener su rol en la discusión, como sus vidas privadas.

Este ganó y aquel no. ¿Dirimiría ese argumento una discusión sobre Platini y Zidane en Francia? ¿Qué pasará en Brasil con tantos astros multicampeones? En Argentina se refuta la superioridad de Messi por sobre Maradona alegando que el rosarino no canta el himno y el de Villa Fiorito insultaba al aire cuando los italianos silbaban el himno argentino.

Imposible. Agotador. Incomparables entre sí y con los demás.

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