No hace falta ser vikingo para tener frialdad
El gol del empate, firmado por Alfred Finnbogason, congeló al equipo
argentino y a sus hinchas. Incluso a mí, que me cuesta analizar fríamente a la
Selección en una Copa del Mundo. No es algo que pueda controlar. Una falla en
el preseteo de mi “modo periodista”. No pienso ir al servicio técnico.
Pese a “volar de bronca” tras el 1 a 1, el Mundial se congeló en ese
instante para mí. Me dio la sensación de finitud, de imposibilidad de concretar
el sueño celeste y blanco en el Mundial, mientras los islandeses no le daban
descanso a su canto de guerra vikingo.
El calor y el color de la fiesta cambió de manos. Yo me quedé en blanco y
negro. Sin sonido. Debí sentarme a un costado y pedirle a mi esposa hablar “dentro
de un rato” porque no podía creer que lo que había visto.
“Calma, que esto recién empieza”, escuché una y otra vez. En el momento
rechacé la propuesta, aunque con el correr de un par de días empecé a cambiar
de opinión. Y no me interesa que a los otros candidatos también les haya ido
mal. No me interesa. Me importa Argentina. Y es cierto: Nada está perdido. Ni
siquiera la gula de la prensa y los hinchas que no se cansan de prender el
ventilador para que la mierda pegue fuerte en todos lados.
“No escucho y sigo”, es el título de una biografía de Sampaoli, escrita por
Pablo Paván. Y así voy. Pensando en que la inversión de dinero, tiempo, energía
y “extrañitis que invertí para venir a Rusia valió la pena y tendrá sus réditos
personales, profesionales y deportivos. El primero está garantizado, el segundo
en proceso por el aprendizaje constante en el que vivo el día a día y el
tercero… el tercero está en manos de otros. Que empezaron fríos, pero confío en
que levantarán temperatura.
Caminar Moscú me hizo bien, enfrió mi calentura y me devolvió el foco. También
para sacar fotos. Hablar con gente de cualquier nacionalidad para no dejar de
disfrutar el clima mundialista. Hay de todo y me fascina. Lugares que marcaron
a fuego la historia. Comida bien condimentada y suvenires. Darme cuenta que
estoy viviendo dos mundiales al mismo tiempo. Uno depende de mí y ya es un
éxito y el otro depende de terceros y aún no es exitoso, aún. Solamente
necesito cabeza fría y corazón caliente, como los jugadores.
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